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Septiembre 11: 20 Años Después

Para aquellos de nosotros que vivimos para presenciar ese día, es uno que estará por siempre plasmado en nuestros recuerdos.

Pregúntele a cualquier persona y te dirá exactamente qué estaba haciendo cuando todos pensamos que un avión había chocado accidentalmente con la Torre Norte del World Trade Center, donde estaba cuando el segundo avión chocó con la Torre Sur, con quién estaba cuando como vimos el Pentágono en llamas y nos enteramos de que el vuelo 93 había desaparecido sobre Shanksville, Pensilvania. Algunos de nosotros incluso podemos recordar lo que comimos esa mañana y podemos oler y hasta saborear ese desayuno cuando pensamos en tan fatídico día. Personalmente, yo me encontraba en mi clase de microbiología durante mi segundo año de la escuela de medicina. Todos nos aglomeramos para ver la cobertura noticiosa en nuestra sala de estudiantes y vimos el impacto del segundo avión.

El trauma que experimentamos colectivamente el 11 de septiembre fue de una magnitud sin precedentes. Se trató de una pérdida masiva de vidas… Madres, padres, hermanos, hermanas, hijos, hijas. Pero, más allá, se trató de la pérdida de nuestra seguridad, la pérdida de algunas de nuestras libertades, la pérdida de nuestra tranquilidad y, en general, la pérdida de nuestra inocencia.

Después del 11 de septiembre, en mi entrenamiento como médico en psiquiatría y psiquiatría forense en el Centro Médico San Vincente en el Greenwich Village de la Ciudad Nueva York, le ofrecí tratamiento a sobrevivientes del WTC, familias de víctimas y socorristas. También completé evaluaciones de discapacidades psiquiátricas para el Fondo WTC de la Junta Médica del Departamento de Bomberos de la Ciudad de Nueva York. He visto toda la gama de secuelas psicológicas. Depresión, ansiedad, trastornos por uso de sustancias, trastorno de estrés postraumático. Algunas personas pudieron recuperarse con breves intervenciones terapéuticas. Otras han requerido tratamiento a largo plazo para síntomas que persisten hasta el día de hoy.

Aquellos que continúan experimentando depresión y trastorno de estrés postraumático suelen tener pensamientos perturbadores, flashbacks y pesadillas que los llevan a revivir los eventos de ese fatídico día. Pueden alejarse de los demás y padecer de una gran variedad de sentimientos encontrados: tristeza, culpa, vergüenza, miedo, e ira. Esa ira puede manifestarse de muchas formas. Podría estar dirigida a otros miembros de la familia, al gobierno, a los terroristas, e incluso a si mismos y a sus seres queridos perdidos en el 9/11. La ira puede variar desde una irritabilidad leve hasta arrebatos severos que pueden llevar a un mayor distanciamiento de amigos y familiares.

Los sobrevivientes y las familias de las víctimas pueden culpar – o desplazar su culpa – a varias personas, dependiendo de la percepción propia de su participación en los eventos que condujeron al 11 de septiembre. Pueden culpar al gobierno por no habernos protegido. Pueden desplazar de manera inapropiada la culpa hacia un grupo étnico o religioso que asemeje el perfil general de los terroristas. En el caso de las familias de las víctimas, pueden culpar a sus seres queridos perdidos por haber ido a trabajar ese día. Pueden culparse a sí mismos por no haber impedido que su ser querido fallecido en los ataques saliera por la puerta o por no retrasar su partida. De manera similar, los sobrevivientes pueden culparse a sí mismos por haber ido a trabajar ese día o por no haber hecho lo suficiente para ayudar a un compañero de trabajo a escapar. Pueden tener cierto grado de culpabilidad de sobreviviente. En general, puede haber muchas dudas de “qué hubiese pasado si” y una forma circular de pensar que complica aún más el bienestar psicológico de los sobrevivientes.

Hay un dicho que nos menciona que “El tiempo cura todas las heridas.” Esto no es totalmente correcto. A aquellas personas que se quejan de que el 11 de septiembre sucedió hace 20 años y que ya es hora de superarlo les diría que, si bien se necesita tiempo para sanar, el tiempo de por sí no es el sanador de nuestras heridas. Para algunos de nosotros, la mejoría conlleva más tiempo que para otros. Algunos de nosotros continuaremos lidiando con el peso de la pérdida que sufrimos ese día. Además, parte de esa mejoría es recordar a aquellos a quienes perdimos. Los eventos conmemorativos anuales sirven para esa mejoría para algunos, pero pueden reabrir heridas parcialmente cerradas para otros.

¡Recuerda el 11 de septiembre y Recuerda siempre cuidar de ti y de tus seres queridos!

Trastorno de Estrés Postraumático a Consecuencia del Atentado del Maratón de Boston, Sandy Hook y Otras Tragedias Recientes

Después de acontecimientos recientes, como el atentado del Maratón de Boston, la masacre de Sandy Hook en Newtown, Connecticut, y otras tragedias en los Estados Unidos y alrededor del mundo, es imprescindible abordar la importancia de la detección temprana y el tratamiento de los trastornos de estrés agudo y postraumático.

El trastorno de estrés agudo y el trastorno de estrés postraumático pueden surgir después de la exposición directa a un acontecimiento traumático, muerte o amenaza de muerte de un familiar o amigo cercano, o la exposición repetida a los detalles de un evento traumático (1). Los síntomas del trastorno de estrés agudo y el trastorno de estrés postraumático son bastante similares y la distinción se basa en el tiempo transcurrido al inicio de los síntomas y a su duración. Los síntomas del trastorno de estrés agudo duran hasta cuatro semanas y deben surgir dentro de un mes después de la exposición al evento traumático. En el trastorno de estrés postraumático, la duración de los síntomas continúa más allá de 30 días. Mientras que tu exposición repetida a los detalles de un evento traumático difundidos en los medios de comunicación no se considera una de las causas de estos desordenes de estrés, el impacto de las imágenes gráficas y violentas puede afectar a personas de diferentes maneras y puede conducir a cambios temporeros de humor o empeorar algún trastorno depresivo o de ansiedad anteriormente diagnosticado.

La prevalencia del trastorno de estrés postraumático en la población adulta de los Estados Unidos se estima en 6.8% (2). Las mujeres pueden estar hasta tres veces más propensas a desarrollar este trastorno en comparación a los hombres. Los factores de riesgo para desarrollar el trastorno de estrés postraumático, además de la exposición a un evento traumático, son: ser mujer, tener otras enfermedades mentales (como la depresión y la ansiedad), tener un historial familiar de enfermedad psiquiátrica, haber sido víctima de abuso, o tener un pobre sistema de apoyo.

Los siguientes son los síntomas principales del trastorno de estrés postraumático, pero esta condición te puede afectar de muchas diferentes maneras. Los síntomas también pueden ser lo suficientemente graves como para afectar tu vida y funcionamiento diario.

Imágenes impactantes (“flashbacks”) o pensamientos intrusivos sobre el trauma

Pesadillas o sueños recurrentes sobre el trauma o temas relacionados

Evitar recuerdos o señales externas que te recuerden el trauma (por ejemplo, la represión de memorias, el evitar conversaciones sobre el trauma, o conducir el camino mas largo de regreso a casa para evitar la intersección donde se produjo tu accidente de automóvil)

Ansiedad

Asustarte fácilmente

Problemas del sueño

Dificultar a concentrarte

Irritabilidad o enojo

Sentimientos de culpabilidad como sobreviviente del trauma

Aislamiento social

Depresión

Pérdida de interés en actividades placenteras

Sentimientos de desapego o entumecimiento emocional

Incapacidad para expresar plenamente tus emociones

Desconfianza de los demás

Pensamientos de suicidio o intentos de suicidio

La intervención temprana después de un evento traumático es importante. Para algunas personas, hablar del trauma con un familiar o amigo (“sacárselo del pecho”) puede ser suficiente. Otras personas pueden necesitar tratamiento más prolongado con terapia e incluso medicamentos.

Habla de tus sentimientos: ¿Qué tan seguro me siento? ¿Cómo me ha afectado el trauma? ¿Tengo miedo de salir de casa? ¿Me estoy automedicando con drogas o alcohol? ¿Por qué mi familia está tan preocupada? ¿Qué puedo hacer?

La Red Nacional de Prevención del Suicidio (1-888-628-9454) es una excelente fuente de apoyo. Es para personas en crisis, no sólo si estás pensando en terminar tu vida. Cuando llamas a la Red, tu llamada será dirigida al centro de crisis más cercano a ti. La llamada es gratuita y confidencial. Un profesional de la salud mental estará disponible para escucharte y ofrecerte información acerca de servicios de salud mental en tu comunidad.

Recuerda, no hay vergüenza en pedir ayuda. Todos necesitamos un pequeño empujón de vez en cuando.

Se Inteligente. Se Precavido. Se Saludable. Se Fuerte.

¡Hasta la proxima!

Dr. Félix